miércoles, 27 de octubre de 2010

Muérase tranquilo

Zona de Tolerancia



Rodrigo Vidal

Estamos a unos días de la celebración del Xantolo, Todos Santos, Fieles Difuntos o Día de Muertos. A mi gusto, muy personal, es la mejor celebración del año por todo lo que implica. Por la riqueza cultural de la tradición en cada rincón del país donde se festeja.

Por el recuerdo de los que ya murieron, por el aroma a incienso, chocolate y mole, a cempasúchil, mandarina, naranja y pan. Por lo distintos tipos de tamales que se colocan en la ofrenda: frijol, picadillo, calabaza con camarón, rojos, verdes, pintos, rancheros, púlacles, hasta bollitos de elote.

Por la visita a los panteones, que en estos días se llenan de vida entre tanta muerte, de cantos, de música y rezos; de platicar con los difuntos, de contarles las buenas nuevas y las malas también, aunque ellos quizá ya lo sepan, o de ir por ellos hasta el camposanto para llevarlos a casa ante el altar, lleno de color y con los platillos y bebidas que tanto disfrutaron en vida.

Porque la gente comparte la ofrenda con la visita. Porque se truenan cohetes (aunque esté prohibido). Por todo eso me gusta esta fecha.

Ahora que si de morir se trata, vale la pena considerar prepararnos para ese momento, y no porque vayamos a morir mañana –toquen madera–, pero como dicen en mi pueblo “uno nunca sabe cuándo le ha de tocar”, y es mejor que el día que La Catrina llegue por nosotros estemos preparados.

Si no vamos a heredar bienes a nuestros familiares, tampoco heredemos problemas, para que cuando nos recuerden no antepongan el adjetivo “pinche” al nombre del difunto.

Si usted no ha pensado en la manera que le gustaría cuál fuera el destino de sus restos –y lo más probable es que no lo haya hecho–, es tiempo de empezar. Cremados o enterrados, como quiera que sea al fin ni se siente, pero es conveniente comenzar a contratar esos servicios pagando por adelantado –hasta en cómodas facilidades–, pues aquí si es seguro que los va a necesitar y no estará gastando por un servicio inútil.

En algunos panteones municipales aceptan el apartado de lote y por otra cantidad mayor puede obtener en los cementerios particulares hasta un seguro para gastos funerarios. También es necesario que al contratar con una funeraria pregunte cuáles son las condiciones del servicio, no vaya ser que le den gato por liebre.

Procure tener a la mano también copia de todos los documentos personales –por supuesto, usted ya no los va a entregar personalmente–, como son: credencial de elector, acta de nacimiento, acta de matrimonio (o divorcio, para que no los vayan a enterrar juntos), y los documentos del lote y el servicio funerario. Y ahora sí, a morir tranquilo… Cuando le llegue la hora.

Yo por mi parte, mientras tenga vida, contribuiré con preservar la tradición al estilo huasteco, que fue la que nos heredó mi abuelo Alfonso El Chino Vidal.

Ya comencé con la realización del altar, tal como lo hacía el abuelo: con elevados arcos, forrados de palmilla, cempasúchil, mano de león y frutas de la temporada, principalmente plátano, naranjas, limas y mandarinas. Con un mantel blanco sobre la mesa de cuatro patas, pero como no sé bordar, para darle colorido colocaré alrededor del mantel pliegos de papel picado. En la ofrenda habrá tamales, chocolate, una chela para los que gustaban de beber. Una veladora por cada difunto, acompañada de sus fotografías. Pan de muerto por supuesto. Al pie del altar el incensario que debe ser encendido al medio día.

Como es mi primer año viviendo en el centro del estado, aprovecharé a conocer Naolinco, pues me lo han recomendado por la manera que tienen de celebrar ahí la tradición.

Se acerca el Xantolo, ya huele a pan, a incienso y cempasúchil…

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