jueves, 14 de octubre de 2010

Lengua suelta

Zona de Tolerancia



Rodrigo Vidal

Cada vez hay un mayor cuidado de lo que las personas dicen para poder advertir si en sus palabras hubo discriminación, al grado tal que tanto cuidamos las palabras que dejamos de lado el daño de los hechos. La palabra por sí sola no discrimina.

Recuerdo cuando el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), presentó su decálogo de “recomendaciones para el uso no sexista del lenguaje” (diciembre 2009). Se trató de un documento que “busca generar ambientes comunicativos a favor de la diversidad, la igualdad y la equidad de género al interior de las instituciones gubernamentales”.

“Entre las formas de discriminación, el sexismo es una de las más extendidas y frecuentes en el mundo. Consiste en el trato desigual y en la segregación de las personas de un sexo por considerarlas inferiores a las del otro. Con base en la diferencia sexual, las mujeres históricamente han sido y son discriminadas”, dice el prólogo de la segunda edición de este texto.

La discriminación por diferencia de sexo sucede de múltiples formas y una de ellas es a través del lenguaje sin duda alguna. El texto detalla los usos “sexistas” del lenguaje y las alternativas no sexistas para referirse a términos en los que tradicionalmente se usa el lenguaje con un sentido masculino al referirse a ambos géneros, por ejemplo, sugiere suplir “el hombre” por “la humanidad” para hablar de la raza humana.

El uso del género universal, el uso de abstractos, uso de artículos y pronombres, uso de diagonales o paréntesis en los vocativos, uso de títulos académicos y ocupaciones, uso de las formas de cortesía, uso del arroba, significados sexistas, uso de imágenes no sexistas y el lenguaje gestual, conforman el decálogo propuesto por el Conapred.

Pero vale la pena aclarar que no es el lenguaje el problema. Durante años hemos visto cambiar unos términos por otro, acoplándose a lo “políticamente correcto”, bajo el argumento de contribuir a la lucha contra la discriminación.

Nada más falso que esto, pues aunque se les llama adultos mayores a los ancianos, la situación de los senectos en México es igual de precaria, cada vez pierden más respeto, son excluidos de las políticas públicas y sólo engrosan aquellos programas con fines asistencialistas, pero que de ninguna manera significan una mejora en su calidad de vida.

Qué decir de “los niños de la calle” a “los niños en situación de calle”. Por desgracia los veo tan igual unos de otros. Niños y niñas trabajando y viviendo en la calle, exponiéndose a todos los riesgos que ello implica. Una situación que no mejoró con la adecuación del término.

El lenguaje no discrimina. Existen reglas gramaticales en el idioma español que permiten el uso masculino de algunos términos para referirse a una totalidad, sin importar que refiera a hombres y mujeres. O acaso ¿Vicente Fox contribuyó mucho a la igualdad entre hombres y mujeres con su “mexicanos y mexicanas, chiquillos y chiquillas” que pronunciaba en cada discurso? Lo dudo.

Son importantes los esfuerzos de instituciones como el Conapred, que a través de su decálogo busca contribuir a la cultura de la igualda, pero más interesante que los cambios en el lenguaje, serán los cambios de actitud en la administración pública y el gobierno, en sus tres niveles, para verdaderamente actuar a favor de la no discriminación por diferencias de género y de cualquier otro caso que motive la intolerancia.

Comentarios, quejas y sugerencias no sexistas, pero si sexosas, dejar aquí y síganos en Twitter: @ZonaDtolerancia

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