martes, 4 de mayo de 2010

Divina cruzada contra la homosexualidad

Zona de Tolerancia
Por Rodrigo Vidal

La semana pasada compartía con un amigo una infortunada declaración: “los homosexuales no entrarán al reino de los cielos”, dicho por el cardenal mexicano Javier Lozano Barragán. Si bien la jerarquía de la Iglesia Católica ha marcado siempre su postura intolerante hacia muchas manifestaciones sociales, que son producto de la diversidad que existe en la especie humana y no de la mano del diablo, con esta declaración sólo muestra estar alejado de una realidad que incluye a su misma feligresía.

En las cruzadas que los jerarcas católicos han emprendido en contra de muchos “enemigos” (que van desde los homosexuales hasta las minifaldas), muchos feligreses se han mantenido al margen y otros tantos hasta se pronuncian en contra de lo que sus sacerdotes, obispos, arzobispo, cardenales, nuncios y el mismo Papa, manifiestan como contrarias a Dios.

Ahí están los grupos como Católicas por el Derecho a Decidir, que se conformó con mujeres que profesan esa religión y desde adentro luchan por los derechos de las mujeres, defienden sus garantías, defienden a sus hijos homosexuales y buscan eliminar esa serie de telarañas religiosas para que los jerarcas abran la mente al entendimiento.

Con declaraciones como la de Lozano Barragán recuerdo también la lucha por la igualdad que desde la fe hacía el recién fallecido reverendo Jorge Sosa Morato en la Iglesia Reconciliación.

En una de las ceremonias de culto en el templo de la Iglesia Reconciliación, en la Ciudad de México, Sosa Morato explicaba aquel pasaje bíblico del centurión romano que se acerca a Jesús para pedirle por la sanación de su criado, en la ciudad de Cafarnaún (Evangelio de Mateo 8, 5-11). El texto original escrito en griego refiere a un pais, no un criado. El pais era el joven varón que el Imperio Romano regalaba a un Centurión para que lo satisficiera en sus deseos sexuales y con ello evitar que esos soldados se cruzaran con las mujeres de los pueblos conquistados.

El pais por definición entonces, tendría que traducirse como amante, y no como criado. Ahora, la reflexión era: si un Centurión romano perdía a un pais, el Imperio le asignaría otro ¿por qué pedir a Jesús, una persona que se suponía inferior a él, por la salud de su pais? ¿no se trataba entonces de cualquier pais o amante? Había una relación entre esos dos hombres que iba más allá de lo sexual.

Jesús respondió que acudiría a curarlo, y el centurión replicó “Señor, no soy digno de que entres a mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarle”. Jesús respondió “Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande”.

En el rito católico, la feligresía, al momento previo de la eucaristía responde con las palabras del Centurión, es decir de una persona que llevaba una relación homosexual con otra, situación que Jesús sabía, y nunca respondió: “¡aléjate de mi, porque tu y tu amante no entrarán al reino de los cielos!”, al contrario, lo puso como el ejemplo de fe más grande de los evangelios, después de María.

Hoy, desde la religión se discrimina, y la discriminación mata. Es necesario por ello reforzar los valores de igualdad y equidad, de respeto y tolerancia, que también en los textos bíblicos se encuentran, y comenzar a bloquear aquellas declaraciones que fomentan la persecución, el rechazo, la intolerancia y el odio. Vale la pena, no sólo en estas fechas, sino siempre, tener aprecio por la vida, propia y ajena.

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(7 de diciembre de 2009)

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